Agrotóxicos fuera de control en MAR DEL PLATA


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Desde la ONG BIOS y la Asamblea Paren de Fumigarnos alertan sobre el incumplimiento de una ordenanza que establece la prohibición de usar plaguicidas en una franja antes de la primera casa. Vecinos de barrios linderos a campos están sufriendo diversos síntomas


Una vecina del barrio Santa Isabel sintió cómo se hinchaba el rostro un domingo a la mañana. Luego llegó la sequedad e irritación en las fosas nasales. Enseguida se dio cuenta -aún sin verlo- que en el campo que tiene a unas seis cuadras de su casa estaban fumigando. Otros vecinos tuvieron sueño y hubo algunos que sufrieron fuertes dolores de cabeza. Luego llegó la confirmación de la utilización de agrotóxicos por parte de la delegada en la ciudad del Ministerio de Asuntos Agrarios. Ella debía avisarles, según dejó constancia en una audiencia en la Fiscalía de Delitos Ambientales, del día y horario en que se esparciría veneno en las plantaciones. Pero esta vez no lo hizo. Incluso, sabiendo que se está violando una ordenanza municipal que regula las fumigaciones terrestres. Marcos estuvo ese domingo algunas horas disfrutando del sol en su casa, junto a su mujer embarazada. Él vive a un poco más de una cuadra del campo, sin árboles que se interpongan y con el viento soplando en contra. Sabe que el efecto nocivo de los plaguicidas puede provocar irritación en piel y fosas nasales, pero también cáncer o malformaciones en la descendencia por daños cromosómicos.

La situación es sumamente crítica. Sin embargo, ni el gobierno comunal ni el provincial están abocados a resolverla. En Mar del Plata se aprobó hace dos años una ordenanza para regular las fumigaciones por vía terrestre. Debe haber una franja de mil metros entre el cultivo y la primera casa, pero nadie lo respeta. El gobierno de Pulti aún no reglamentó la norma y por lo tanto tampoco ejerce inspección alguna.

Las fallas de la Comuna también se sienten en el control que debería ejercer junto con Senasa en los alimentos que luego se venden en cualquier verdulería (Ver aparte), y en el área de salud dado que no se cumple con una resolución del Ministerio de Salud de la Nación que establece un “Programa de Prevención y control de intoxicaciones por plaguicidas”, que busca que en cada centro de atención el personal sea instruido para identificar los síntomas y pregunte a los pacientes por la cercanía con campos o posible manipulación de plaguicidas. Si bien habría intención de la cartera sanitaria, dirigida por Alejandro Ferro, de mejorar el programa, lo cierto es que comenzó la época de fumigaciones intensivas y la resolución ministerial sigue sin implementarse.

Los barrios más afectados son aquellos que lindan con los campos: Santa Isabel, ubicado a unos dos kilómetros de Colonia Chapadmalal; La Gloria de la Peregrina en Sierra de los Padres; El Boquerón, barrio 2 de Abril, Hipódromo, San Jorge, La Herradura y Monte Terrabusi, situado frente al basurero. Sin embargo, de manera no tan directa, toda la población que consume verduras fue resultar afectado.

“No hay en Mar del Plata una política ambiental, y tampoco hay voluntad de hacerla”, indicó la periodista especializada Silvana Buján, quien preside la ONG BIOS. En este sentido, recordó que al poco tiempo de asumir la gestión de Pulti, se crea el Consejo Asesor de Medio Ambiente, integrado por las universidades, ONGs abocadas a la temática, concejales y representantes del Poder Ejecutivo. Se lo constituyó por ordenanza y fue reglamentado. Se hablaba de poner nuevos tachos de basura en la Peatonal, trabajar con la reserva del puerto donde habitan los lobos, pero cuando se planteó la necesidad de avanzar en la regulación del uso de plaguicidas, el Consejo se disolvió. “Por omisión, la Intendencia nos dijo que no iba a haber política de medio ambiente”.

En los campos de la ciudad se está sembrando soja, girasol, trigo, maíz, papa. Para su cultivo se usan tanto herbicidas como el famoso glifosato. “Hoy está permitido por la ley, aunque se contrapone a diferentes leyes nacionales y provinciales”, indicó Marcos Yedaide, vecino de Santa Isabel, biólogo e integrante de la Asamblea Paren de Fumigarnos. En este sentido, citó el artículo 1º de la ley bonaerense 10.699: “Son objetivo de la presente ley la protección de la salud humana, los recursos naturales y la producción agrícola”.

En este sentido, el biólogo reflexionó: “Veía que la Presidenta días atrás inauguraba un hospital con medicina de alta complejidad en el sur, para los petroleros. Yo pensaba: se está yendo al final del recorrido, a las consecuencias. ¿Qué pasa con la alimentación de la población? ¿Con el aire que respiran los vecinos que viven cerca de los campos? ¿Y el agua?”, interrogó.

Enseguida recordó que en el marco de las causas presentadas ante la Fiscalía de Delitos Ambientales se tomaron muestras de agua de su casa: se rastrearon cuatro plaguicidas, entre ellos el glifosato.

FUERA DE CONTROL

En los campos de la ciudad, fumigadoras aéreas o mosquitos, máquinas terrestres, llenan los campos con agrotóxicos. A veces son hombres los que se encargan de esa tarea, con mochilas en sus espaldas. El veneno suele volcarse y generar quemaduras en los hombros de los trabajadores.

La afección que sufren los vecinos podría ser atenuada si se cumpliera con la normativa vigente. Hace dos años se aprobó en el Concejo Deliberante la ordenanza 18.740, que fue promovida por la ONG BIOS, que preside Silvana Buján. Incluso, la redacción estuvo a su cargo.

La norma establece que debe establecerse una franja de seguridad periurbana de mil metros, en la que queda prohibida la aplicación de agrotóxicos para preservar la salud de las personas y el ambiente del cinturón urbano.

El primer artículo es de carácter taxativo por lo que no requiere reglamentación alguna para su aplicación. “Está completamente vigente y es imperiosamente aplicable”, determinó Buján, quien comprendió que se está ante “un problema serio de incumplimiento”.

SALUD EN PELIGRO

El Ministerio de Salud de la Nación emitió una resolución a través de la cual exige a todos los centros de salud -sean salitas u hospitales públicos y privados- a instruir al personal para poder identificar casos con síntomas de contaminación por agrotóxicos. Y por más que a veces no exista la certeza, deberá quedar en el diagnóstico. También deberá preguntar al paciente si manipula plaguicidas o vive en cercanía a campos.

Según relató Buján, el secretario de Salud municipal comprendió incompleta la resolución por lo que estaría trabajando en una opción superadora. “Pero no hubo más respuestas ni contactos”, señaló la titular de BIOS. Si bien contempló que puede ser mejorada, recordó que comenzó la época de “fumigaciones intensivas”. “Si vamos a pensar ahora cuántas tablas va a tener el formulario, vamos a llegar a marzo con una enorme cantidad de enfermos”, sostuvo.

En este sentido, Buján comprendió que se establece un “círculo vicioso”. Porque los vecinos hacen la denuncia en la Fiscalía, que pide estadísticas. El Estado no las tiene y tampoco cumple con las normativas vigentes para contar con ellas. “Hay un círculo de complicidades, de no hacer nada, y mientras tanto, la gente de la periferia de la ciudad sigue recibiendo el efecto nocivo de las fumigaciones”, apuntó, a pesar de contemplar la buena voluntad de algún funcionario.

El dueño del campo de Santa Isabel, donde las fumigaciones llevan diversas complicaciones de salud a los vecinos, tiene también caballos de polo. Los ubicó del otro lado. Podría tener el potrero en la franja reglamentaria de mil metros desde alambre. Pero quizás para evitar que el viento les lleve a través de las ráfagas, los plaguicidas que expanden en los cultivos, buscó una posición estratégica. El último domingo que fumigó, cuando se le hinchó el rostro a la mujer que también sufrió sequedad e irritación en las fosas nasales, el viento no iba hacia los caballos sino hacia los vecinos. “En este sistema tenemos al dinero por arriba de la vida, y es lamentable”, sostuvo Yedaide.

Plan de acción

Yedaide apuntó que la ordenanza aprobada en Mar del Plata aún no se cumple. Ante la inacción de las autoridades municipales, fueron los propios vecinos damnificados quienes tomaron el poder de la acción. La asamblea Paren de Fumigarnos se reúne todos los martes a las 18 en el Centro Cultural América Libre, situado en San Martín y 20 de Septiembre. Allí resolvieron dar a conocer a la sociedad dos números de teléfono 155- 671263 (Marcos) y 156-082173 (Kanki) para que puedan alertar sobre fumigaciones. La intención es armar una operatoria que se traslade hasta el lugar. Cuentan con autos, cámaras de foto y filmadoras para ello. El primer paso es registrar la situación, pero además, si hay algún vecino que se vea afectado, acompañarlo hasta una sala de atención primaria donde se deje constancia de los síntomas y quede establecido que vive en cercanía a un campo que estaban fumigando. “Estas son pruebas que nos sirven para presentar ante la Justicia. Es lo que nos está trabando todas las causas”, indicó Yedaide.

Verduras con plaguicidas: de los campos a su mesa

Silvana Buján calificó como “otro gran agujero negro” en la ciudad los controles que se realizan sobre las verduras que se distribuyen en verdulerías. BIOS hizo una denuncia que cobró estado público y mereció la aceptación y el compromiso de la Municipalidad. Sin embargo, desde el 9 de marzo pasado no hubo ningún otro contacto con las autoridades comunales, a pesar de haber solicitado formalmente información sobre el estado de los controles.

“Si la Municipalidad no puede tapar ni baches y el Senasa tiene mal calibrados los equipos, se deja pasar cualquier cosa”, disparó la periodista especializada.

Mencionó que el Senasa sólo realiza dos o tres tomas por años que eleva al Municipio y de inmediato se archivan. Buján dijo que hubo análisis de rúcula y lechuga que dieron mal, a pesar de los equipos mal calibrados, pero nadie se ocupa de revertir la situación. El Municipio sólo se remitió a elaborar un registro de verdulerías, cuyos dueños debían declarar a quién le compran la mercadería.

Un punto sumamente preocupante surge de los análisis que realiza el Laboratorio de Ecotoxicología de la Universidad Nacional de la Plata, y que desmienten la palabra oficial que asegura que no se aplican organoclorados. Se trata de agrotóxicos de una gran peligrosidad dado que son bioacumulables: tanto en la tierra, como en el tejido graso de las personas o la leche materna

Incluso se encontraron derivados de DDT, prohibido en gran cantidad de países del mundo. “Acá tenemos, a pesar de que el Senasa dice que no”, señaló Buján. Después de que se constató de su existencia en los alimentos, el organismo responsable de garantizar y certificar la sanidad y calidad de la producción agropecuaria confesó que los equipos estaban mal regulados. “No buscaban finito y en estos casos hay que hacerlo”, aseguró la titular de BIOS. La comparación gráfica es con la llovizna: si uno camina 10 metros, posiblemente no se moje; pero si son cinco o diez cuadras, se sentirá su efecto.

“Existen alternativas”

Marcos Yedaide, de la asamblea Paren de Fumigarnos, sostuvo que existen otros tipos de producción. A eso apuntan los encuentros que los segundos domingos de cada mes, a las 18, se desarrollan en el Centro Cultural Séptimo Fuego. Allí se proyectan películas y documentales que dan cuenta de la lucha contra el uso de los agroquímicos.

“Hay productores que tienen gran cantidad de hectáreas y cultivan en armonía con la naturaleza. Tiene más mano de obra y alimentos sanos es prevención de salud”, destacó.

En este sentido, citó el caso de Damián Colucci, un joven de Tandil, discípulo de Masonobu Fukuoka, un maestro japonés en el arte de la agricultura natural, creador del método de cultivo “Nendo Dango”. Su trabajo demuestra que hay una nueva manera de trabajar la tierra, imitando a la propia naturaleza, sin ningún tipo de intervención humana ni agroquímicos.

Colucci, en 63 hectáreas de Tandil, está haciendo un emprendimiento con su familia con respeto por la naturaleza. “Él plantea que una familia en una hectárea tiene suficiente para autoabastecerse. Existen alternativas, cuando se dice que no, es mentira”, determinó el biólogo.

Además, lo citó a Adolfo Boy, un ingeniero agrónomo que es parte del Grupo de Reflexión Rural, plantea alternativas al modo actual de cultivo. “Por ahí va a pasar seguramente la solución de muchos males que tenemos hoy día como la falta de empleo y las enfermedades que estamos generando nosotros mismos. Tenemos que exigir a nuestros gobernantes que se empiece a trabajar de esta manera. Nadie controla lo que se hace en las tierras privadas, que cada vez son más en nuestro país”, cuestionó.

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